MACGYVER dijo en algún episodio de la serie: «Puedes hacer cualquier cosa que pretendas, si te lo propones». O sea, que si quieres, puedes. La cuestión, a parte del ‘qué’ quieres —que no es cosa baladí el saber tu propósito— es el ‘cómo’ lo puedes conseguir.
De fórmulas está la web llena. Unas parten de las ventas, otras de la educación financiera, de la automatización de tareas con IA, el networking o el empoderamiento psico-místico. Pero quizá una de las más simples —si ya tienes definido algún ‘qué’— es esta que dio Arthur Ashe: el segundo tenista negro de la historia en ganar torneos de renombre –la primera tenista fue Althea Gibson–.
En otro post comentamos también aquella máxima de Michael Caine: «Usa la dificultad». Ser consciente de sí y del entorno, reconocer todo como potenciales herramientas, incluso los obstáculos, y esforzarse en el intento.
Cómo hacer qué
Volvamos al “cómo” de la cuestión. En sus «Meditaciones Toltecas», D. Miguel Ruiz Jr. explicaba la diferencia entre intento e intención.
Para que haya intento se ha de liberar energía. Como nos decían antes «haz un poder». Has de intentarlo. Pero con intentarlo no basta, se precisa consciencia; tener la voluntad y dirigirla. Ambas cosas son predicados para un ‘Yo’ que es quien aúna intento con intención.
Eso es el fluir: La confluencia equilibrada del reto con tu capacidad. Si a tal desafío opones igual destreza ya estás en la senda del crecimiento y las oportunidades. O así lo muestra el diagrama del fluir de Mihaly Csikszentmihaly.
Imagínate haciendo surf. El ‘intento’ es tu inercia al caer desde la cresta de la ola y la fuerza de ésta que te lleva hacia la playa. La ‘intención’ es tu tabla, en la que montas y la que mantienes apoyada en la pared de la ola mientras fluyes. Te haces uno con el intento y diriges la intención. Estás a lo que estás en el momento en que se da la ocasión precisa.
Sabes que tienes una meta: no caerte hasta llegar a la playa. Y mantienes tu atención en todo lo que puede afectar a eso: lo que controlas (para que no se descontrole) y lo que te desafía (para hacerle frente lo mejor que puedas) mientras, muy importante, disfrutas con ello.
En la película «Le llamaban Bodhi» («Point Break»), Patrick Swayze le da a Keanu Reeves una (e)lección de vida y empoderamiento: «Puedes hacer lo que quieras y crear tus propias reglas. ¿Por qué ser un siervo de la ley, cuando puedes ser su amo?». Mmmm, interesante; eso de someter las leyes ¿funcionaría?
Una ola traicionera
Desde que el mundo es mundo empresarial se ha intentado prever y gestionar la incertidumbre mientras cabalgamos una ola que tiende a convertirse en un tsunami.
En los 60 fue el SOFT –luego SWOT, nuestro DAFO— de Humphrey (Debilidades, Amenazas, Fortalezas y Oportunidades). Al poco llegó el análisis PEST —PESTEL— de Aguilar (Político, Económico, Social, Tecnológico, Ambiental y Legal). En los 90 llegó la caballería al rescate con el VUCA o VICA (Volatilidad, Incertidumbre, Complejidad y Ambigüedad).
Con todo esto pareciera que, o no nos damos cuenta de lo que es el mundo en realidad –impredecible– o si éste está echando carreras con la inteligencia humana para mantenernos en ese carril del flujo avanzando desafíos ante la evolución de nuestras destrezas.
Así, ya bien entrados en este siglo, Jamais Cascio presentó su modelo BANI (Fragilidad, Ansiedad, No linealidad, Incomprensibilidad) que encaja bien con acontecimientos como el atentado de las Torres Gemelas, la crisis subprime, la pandemia del coronavirus, Europa rearmándose para la guerra, o el sometimiento a la Inteligencia Artificial.
Pero… todo esto… ¿no se podía haber previsto? Según el Capitán A posteriori de South Park, sí; por supuesto. Mas hay un concepto un tanto críptico que quienes se manejen con la caldera de su casa quizá conozcan: la histéresis.
Si ya nos resultaba complejo remontarnos de subida por esa escalera de bajada que es la relación de causa y efecto, la histéresis viene a complicarlo un poquito más. Nuestro cerebro tiende a pensar en una escala que le es cómoda: humana, alineada y limitada en el tiempo.
[ Un inciso, ¿leíste nuestro post sobre «Haré lo que pude»? ]
La histéresis explica por qué algunas ‘sorpresas’ son, en realidad, efectos remanentes de causas que desaparecieron y ya no vemos hoy como detonantes. Es como esa historia sobre la autonomía limitada de viaje en los transbordadores espaciales y su relación con el culo de un caballo. Sus tanques de combustible no son más grandes porque no pasan por los túneles del tren cuyas vías obedecen al ancho de las calzadas romanas hechas a su vez a medida para el paso de los carros romanos.
Unos consejos de supervivencia
Visto lo visto, al consejo de Arthur Ashe hemos de añadirle unas prevenciones básicas, propias los manuales de supervivencia.
- Empieza donde estás, sí, pero analiza la situación y las posibles consecuencias, no te apresures y recuerda de dónde partes por si has de volver sobre tus pasos.
- Usa lo que tengas, pero no te limites a sus usos convencionales, improvisa usando tu ingenio e inventiva para crear ‘momentos ¡Ajá!’ y fortalecer tu confianza.
- Y haz lo que puedas, sí; «Just do it» como decía el primer anuncio de Nike, un canto a la intergeneracionalidad. Aunque no descartes aquel otro «Just to the signpost. Just to the car. Just to the crossroads…», la versión de planificación por objetivos que propuso Adidas a los runners unos años después.
Por si acaso, recuerda también aquella otra máxima que le decían a MacGyver: «hagas lo que hagas no te metas en líos, no despilfarres y que no te maten»… A veces no siempre se da aquel adagio nietzscheano de que «lo que no te mata te hace más fuerte».
P.S.: En nuestra playlist, BoB Neuwirth pidiendo inspiración para actuar bien, Kajagoogo cantando a la locura de sus tiempos que parecen los nuestros, Los Clash palmando ante la ley… y ¡todos a hacer el Bartman!