«Todo tiene su fin» es una canción de los Módulos que, cuando la escucho, mentalmente se me pincha a continuación «Make it Last», un tema de Los Bravos.
Ambas canciones son para mí como un omega y alfa musical donde el amor y el desamor se me representan en una suerte de eterno retorno en el que las emociones, ilusión y desazón, se consumen y renacen como ave fénix de sus llamas y cenizas «después de quemarlo todo»*.
Dejar un trabajo, perder un cliente, decir adiós a una persona esencial en tu vida, son situaciones por las que pasamos y pasamos sin salir del todo preparados para la siguiente ronda. Excepto quizá por las maletas que dice Sylvia Plath en su poema «Tótem»; ese bagaje que nos llevamos como experiencia.
En su novela «Kokoro», Natsume Sōseki decía que lo pasado, nuestra experiencia –aun pudiendo resultar de valor el transmitírsela a otra persona–, es mejor que muera contigo a pasársela a alguien que no la comprenda.
En la canción “The Maze”, José Lanot canta: «Cuando mis recuerdos se desvanezcan será como si nunca hubiera vivido». Desde su cuenta de Instagram, pareciera que Carlos Rubio apostillara: «Me preocupa que el saber no encuentre lugares que ocupar».
Por el amor que les tengo a ambos, viejos amigos y maestros, quiero pensar que esas experiencias, sus saberes, llegado el final, sí encontrarán y ocuparán un amplio espacio en el corazón de las personas afines; y que, además, acabarán generando nuevos principios. Pues, como dice el verso de hoy: no hay finales, solo el equipaje que nos acompaña con lo aprendido de lo vivido. Propio y ajeno.
(*) «Después de quemarlo todo» es el libro-disco de José Lanot –símbolo de resiliencia personal y artística– que incluye su tema «The Maze», también en nuestra playlist junto a las canciones citadas de Módulos y Los Bravos, un tema de Lloyd Cole para prepararse ante las rupturas del corazón y la desgarrada versión que hace la artista multidisciplinar Pipilotti Rist de la canción «Wicked Game» de Chris Isaak.